TENIENDO UN MISMO SENTIR
En una misma iglesia y en un mismo ministerio hay que estar en el mismo sentir, es decir, en una sola mente, porque sin unidad de pensamientos y de sentimientos, es imposible trabajar juntos y lograr los planes y los objetivos que nos hemos trazado.
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (I Cor.1:10).
Fracasar en el trabajo de Dios es como estar haciendo “mala música”, pero trabajar tranquilamente en el reino de Dios se siente como estar tocando bien la música, en perfecta armonía y sintonía emocional y espiritual.
La música es el mejor ejemplo de lo que es:
Producir una obra de arte grandiosa.
Producir gran belleza al oido.
El poder de mover las emociones, la imaginación y la mentalidad de las personas, y hasta su voluntad.
El poder de la influencia para realizar transformación en las personas.
Pero… ¿qué cosa pasaría si cada músico quisiera hacer lo que él quisiera, si hiciera lo que a él le parece al mismo tiempo? Se escucharía una espantosa mezcla de “sonido sin sentido”, un sonido “sin ton ni son”.
Pero para hacer buena música se necesita que haya varias cosas, los cuales se pueden aplicar igualmente a “nuestra “música” u obra espiritual, ya sea de la Iglesia local o del desarrollo de un ministerio:
Que sepamos tocar nuestro instrumento. Habilidad, entrenamiento, capacitación.
Que estemos tocando todos la misma canción. Unidad de visión y misión.
Que estemos en el mismo tempo.
Que estemos en el mismo ritmo.
Que estemos en el mismo tono.
Que no haya sed de protagonismo individual, como para tomar el control, o hacer un show propio y llamar la atención. Equipo.
Que sepamos cuándo tocar y cuando callar (inclusive cuando hacer silencio, porque el silencio también es música).
Que tengamos un compromiso con ensayar y dedicar tiempo a ensamblar.
Que nos sujetemos a la guía escrita, la partitura.
Que sepamos cuándo entrar y cuando salir.
Que sepamos la participación de nuestro instrumento, y entender qué cosa nos toca hacer y cuál no.
La Biblia nos dice: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Ef.4:1-7).
Recuerda: Somos músicos en la orquesta de Dios. El músico no inventó la pieza, sino el compositor. A veces cada músico quiere inventar una obra, pero los músicos solo deben tocar lo que les toca.
Descubre y conoce la visión de tu iglesia, y fluye armoniosamente con la mentalidad de tus líderes espirituales: “Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella” (Hab.2:2).
“Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (I Pe.3:8,9).
Con amor...
Ariel Romero Lopez
(C) 2021
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